lunes, 12 de diciembre de 2011

MOTIVACIÓN

La motivación es el motor que nos mueve a conseguir aquellos objetivos que deseemos.
En las aulas, es absolutamente necesaria. Y cuando me refiero a motivación en las aulas no me refiero a esta como forma de motivación la diversión, y el poco trabajo a la hora de desempeñar una materia. Está claro que debemos de hacerla lúdica y de la forma más agradable para nuestros alumnos, pero todo ello en su justa medida, el colegio tampoco es un circo, ni los maestros son payasos.
Considero que las tareas de un maestro a la hora de motivar a sus alumnos recaen en la empatía, es decir en que el maestro sepa situarse en la posición de sus alumnos, conocer sus problemas, su  historia, sus porqués… para así el mismo desde una perspectiva externa, y con la mente clara y ordenada sepa poner solución a aquellos problemas que les atormentan a sus alumnos e inciden en el bajo rendimiento académico.
De esta manera, una vez se conozca al alumno en todo su ser, y se tenga un respeto y confianza entre alumno y profesor, podremos acceder a aquellos puntos que le motivan al alumno, que le mueven, que con tal de conseguir aquellos objetivos haría cual cosa… pero ¿Cuáles serán estos puntos si nuestros alumnos ya se encuentran estancados en este estado de no motivación? ¿Y una vez los conozcamos como los proyectamos, como los ponemos en práctica?
Pues bien, es ahora donde el maestro debe “atacar” al interior del alumno, cuatro palabras superfluas y cultas no le servirán de nada, pues lo que él necesita son palabras cargadas de sentimiento, de su jerga y nivel y que le lleguen al corazón, palabras con las que se sienta identificado y apelen a él mismo, y a lo que él más quiera. Nuestros alumnos, por muy pasotas que parezcan o por mucho que hagan como si nada les importase, está claro que eso es solo una coraza que ellos mismos se ponen para protegerse pero que su interior está cargado de sentimiento y es al que el maestro debe llegar para así poder domesticarlo, potenciarlo, y aprovecharlo.
Además sería conveniente que toda palabra dicha por el maestro vaya acompañada por un acto. Un acto de confianza, de muestra, de gratitud hacia el alumno cuando algo hace bien, de exaltación de sus buenas cualidades, de repetirle constantemente las cosas para las que sirve y hablarle claramente que por mucho que diga que es feliz con su “mala marcha” es una mentira que el mismo se cree para hacerse sentir mejor. Debemos llegar al interior, adonde ellos más lo sienta, pero sólo cuando haya un nivel adecuado de confianza, y de respeto entre el alumno y profesor, pues sino pensarán que invadimos su territorio.
Además cabe añadir que una de las maneras de conseguir esta confianza y este respeto con nuestro alumno puede ser quizá mediante la asignatura en cuestión. El profesor será admirado por sus alumnos cuando la asignatura la desempeñe de forma lúdica (no divertida, recordar lo dicho anteriormente, pues si de forma divertida se toma la asignatura se pierde el respeto y la motivación), haciendo sentir al alumno la asignatura, usando métodos eficaces y que impliquen a la participación del alumno en el desarrollo de la misma (empleando la dialéctica por ejemplo), facilitándole las cosas, siendo sinceros cuando algo no sabemos…
Finalmente, otra forma de motivación muy eficaz y que en los niños de infantil se puede comprobar perfectamente, es el acarrear responsabilidades en nuestros alumnos, para que así de esta manera se sientan útiles, importantes, como un elemento imprescindible en clase… un ejemplo sería por ejemplo que cada alumno de la clase fuera el encargado de algo, por ejemplo uno el encargado del material, otro el encargado del reciclaje… de esta manera al sentirse útiles, y tener un objetivo, una obligación comiencen a dotar de algo más de sentido sus vidas.  Pero eso sí, muy importante también que al ofrecer esta responsabilidad explicar el porqué de realizar esta acción y la importancia de la misma, para que así al ver lo importante que es, ellos mismos se sientan importantes en su conjunto. Además deben de ser tareas fáciles, no pesadas, y lúdicas. Y en caso de que algún alumno se niegue rotundamente a la no consecución de dicha responsabilidad no creo conveniente que tuviéramos que reaccionar de modo autoritario, sino dejar al alumno que el mismo se diera cuenta de los progresos, del aumento de autoestima del resto de sus compañeros y el mismo animaría viendo a otros compañeros; esta idea la podemos encontrar en la escuela de Summehill, la cual creo que con tiempo, y sin imposiciones, solo dejando al alumno que se desarrolle a su ritmo conseguiríamos mucho más que en este sistema educativo en el que nos encontramos en el que nos avasallan a información, a temario, a saber, no dejan tiempo ni de reflexión. Los temarios se dan como si de un bombardeo se tratasen, detrás de uno, otro y así sin parar. Los niños se hunden, se frustran al ver que no alcanzan lo que se les pide, sin embargo con algo más de tiempo si que lo conseguirían. Por ello que la educación no se mide con los recursos si no con las necesidades educativas de cada alumno en cuestión.
Debemos hacer la escuela de un lugar agradable, bonito, en el que nos sintamos a gusto, y para ello, aunque parezca una tontería deberíamos comenzar por cambiar su decoración.



¡¡A POR TODAS MAESTR@S!!  =)

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